La Agencia de Salud Pública de Cataluña impulsa cada año una campaña de vacunación antigripal estacional, que se dirige especialmente a las personas que tienen un alto riesgo de complicaciones si sufren la gripe y también a las personas o grupos que pueden transmitir la gripe a personas en situación de alto riesgo, como por ejemplo los profesionales de la salud.

El período ideal para vacunarse contra la gripe son los meses de octubre y noviembre (aunque la vacunación también se puede realizar fuera de ese período) y su efecto dura un año.

Sin embargo, la vacunación no siempre impide contraer la gripe: la efectividad depende del grado de similitud entre las cepas vacunales y las cepas gripales circulantes. También es menor entre personas con factores de riesgo que entre los profesionales sanitarios. También es preciso tener en cuenta que en muchos casos los síntomas gripales que aparecen en las personas vacunadas no son gripe sino otros virasis frecuentes en la época de la vacunación.

Las vacunas son productos biológicos que contienen uno o varios antígenos que se administran con el objetivo de producir un estímulo inmunitario específico. Este estímulo pretende simular la infección natural, generando una respuesta inmunitaria específica, con el fin de proteger frente a futuras exposiciones al microorganismo (con el menor riesgo posible para el individuo). Así lo explica el Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría en su página web, donde se puntualiza que las vacunas representan un hito fundamental en la prevención de las enfermedades infectocontagiosas, con repercusión excepcional en la salud mundial. El Dr. Raúl Muñiz, director médico del Hospital Universitari Sagrat Cor de Barcelona destaca que su función es incuestionable. "Las personas vacunadas están protegidas de contraer la enfermedad y transmitirla, rompiendo así la cadena de contagio al disponer de anticuerpos capaces de reconocer al agente infeccioso y destruirlo. Las vacunas se realizan a partir de bacterias o virus, muertos o atenuados, o derivados de ellos".

Cuando se alcanza un porcentaje importante de población vacunada para protegerse de una enfermedad contagiosa resulta difícil que la infección se propague. Este efecto protector beneficia también a personas no vacunadas, generando lo que se denomina "inmunidad de grupo, colectiva o de rebaño". "Alcanzar ese umbral de vacunación reduce la cantidad total de virus que se puede propagar. Como resultado, no todas las personas necesitan estar vacunadas para estar protegidas, lo que ayuda a garantizar que los grupos vulnerables que no pueden vacunarse estén seguros" manifiesta el Dr. Muñiz.

Generalmente, las vacunas requieren ser administradas en varias dosis con el objetivo de producir una respuesta inmunitaria y así alcanzar la máxima eficacia. La razón de que la dispensación sea en varias dosis es porque el primer contacto con el antígeno de la vacuna es capaz únicamente de desencadenar un determinado nivel de protección. Esta protección se multiplica tras la administración de las siguientes dosis posteriores. El intervalo entre las dosis está basado en la pauta de vacunación realizada durante los ensayos clínicos.

En relación con las nuevas vacunas, las denominadas de ARN mensajero (ARNm) enseñan a nuestras células a producir una proteína, o incluso una porción de una proteína, que desencadena una respuesta inmunitaria dentro de nuestro organismo. Esa respuesta inmunitaria, que produce anticuerpos, es la que nos protege de infecciones si resultamos contagiados.